Gran aventura sobre una alfombra de agua

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El barco zarpó dejando a sus espaldas una alfombra de burbujas marinas. Los ocupantes nos embarcamos en el Blue Manta para dar un paseíto por las costas de Santo Domingo.

Lo hicimos, desafiamos al mar con el corazón en las manos. Más de una vez estuvimos a punto de colapsar. Unos no sabían nadar, otros podrían desmayarse y terminar con el estómago revuelto. Yo, en cambio, abordé la aventura con una mezcla de curiosidad e impaciencia, sabiendo que el riesgo de la primera vez resulta siempre emocionante.

Allí estábamos, sacudiendo las candentes y fascinantes aguas de esa alfombra de agua que es el mar Caribe. Hirviendo estaban las olas que sacudían la nave. La hora era caribe: 11:30 a. m. El sol arropaba todo el horizonte y tendía una alfombra de rayos sobre el reluciente mar. El calor era sofocante.

El Blue Manta es una nave marítima con espíritu científico. Desde Puerto Rico llegó para sembrar corales en Punta Cana y explorar la costa sur. En estos tiempos de guerra resuenan los tambores bélicos y todo le sirve a Marte. Los hombres corren frenéticos a su propia destrucción. La humanidad está en juego, pero a las grandes potencias solo parece importarles sus propios intereses.

El cascarón se estremecía mecido por las olas saladas del mar. Había una sensación de mareo y desmayo. La cabeza aturdida daba vueltas a montón, y pocó faltó para que algunos se derrumbaran. En cualquier momento caeríamos al vacío.

En medio de ese malestar general encontramos un analgésico humano: las clásicas y divertidas ocurridas de Hipólito Mejía, que haciendo de capitán despachaba chistes y anécdotas a montón. Todos reíamos a diente alegre. Por esas risotadas se escapaba la sensación de mareo y vahído. Nos sentimos aliviados, mucho mejor.

En la boca de Hipólito revivían difuntos ilustres: Don Antonio Guzmán, Balaguer, Jorge Blanco, Jacobo, Peña Gómez. Era un manojo de historias y cuentos políticos entretenidos. Hipólito se reveló como un tipo chacabano y como un abuelo de viejas historias.

No escribirá sus memorias. Así que bienaventurados los que escuchan sus vivencias contadas con un toque de humor gris.

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