Por Rubén Moreta
Eugenio María de Hostos fue el gran maestro de América, el apóstol de la iluminación dominicana, el pedagogo rebelde, el sociólogo impulsor del cambio y el filósofo del compromiso con la libertad e independencia de los pueblos caribeños. Asimismo, fue sembrador de la crítica y la razón, un moralista acrisolado, un procero cultor de la emancipación y el más genuino profeta de la concienciación a través de la escuela.
Hostos, el más ínclito de los educadores de américa, nació el 11 de enero del 1839 en Río Caña, próximo a Mayagüez, Puerto Rico. Murió el 11 de agosto del año 1903, a las once y quince minutos de la noche.
Hostos fue un revolucionario antiesclavista, que cual peregrino caminó los confines del continente latinoamericano (Brasil, Argentina, Chile, Perú, Venezuela, Colombia, Panamá, República Dominicana) esparciendo -con su pluma- esperanza y sueños. Asimismo, se atrevió a denunciar la esterilidad del dogma religioso. Igualmente, renegó de la penetración del catolicismo en el mundo escolar y políticamente, promovió la unidad antillanista.
A pesar de su fecunda impronta, sus aportes a la revolución cultural y educativa de la República Dominicana son ignorados.
Hoy recordamos con fruición al Educador de América. Honor a este prócer latinoamericano.