Del esquema Ponzi a la seguridad social

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César Alcántara Morales, jurista y experto.-

Por: César Alcántara Morales

Carlo Ponzi fue un inmigrante italiano que llegó a Boston, Estados Unidos, en 1903. Tenía dos dólares con cincuenta centavos en sus bolsillos. Con 21 años de edad, el joven Ponzi, aunque pobre en extremo, estaba dotado de cualidades extraordinarias como hombre de “negocios” y habilidades que encajan en lo que hoy llamamos “emprendedurismo”.

Cualidades que complementaba con ciertas prácticas de negocios poco ortodoxas. Pese al prontuario delictivo que incluye falsificación y estafas de todo tipo, Ponzi se convirtió en todo un hombre de negocios y un mago de las finanzas. Creó o mejor dicho desarrolló, porque no fue el primero, un método de estafa que lleva su nombre, aún vigente en todas partes del mundo e imposible de erradicar debido a las múltiples formas que puede adoptar. Tan perfecto y efectivo que le permitió acumular millones de dólares en poco tiempo. Tan grande fue que incluso sus víctimas lo llegaron a tener como un benefactor.  ¿Pero que fue lo que hizo Ponzi para entrar en la historia como uno de los más grandes estafadores?

En cierta ocasión, Ponzi recibió una carta del extranjero que contenía un cupón canjeable por sellos de correo para que el receptor de la carta pudiera responder al remitente sin incurrir en gastos. De alguna forma “descubrió” que esos cupones, que representaban un valor, podían ser canjeables en efectivo. Hizo un préstamo cuyo importe envió a sus familiares en Italia con la instrucción de que lo invirtieran en la compra de cupones postales y se los enviaran a los Estados Unidos.

Comenzó a vender los cupones. Hizo algún dinero, pero no en la medida que pensaba. Así que, haciendo uso de su genio, comenzó a propagar la idea de que dicho negocio era rentable. Se dispuso a buscar “inversionistas” con la promesa de pagar beneficios de 50 % en cuarenta y cinco días y de 100 % en noventa días. Los inversores comenzaron a hacer filas en la oficina de Ponzi, quien, para ese momento, había constituido una compañía con el rimbombante nombre de Security Exchange Company. Así surgió el esquema de estafa que lleva el nombre de nuestro personaje.

Ponzi tomaba el dinero de los inversores y pagaba los beneficios a los inversores anteriores. Para evitar que estos retiraran sus depósitos les ofrecía más beneficios. De esa manera generaba confianza. También, si alguien deseaba retirar sus aportes y las circunstancias se lo permitían, por ejemplo, si había recibido inversiones recientes, devolvía inmediatamente y sin problemas la suma solicitada. La mayoría no recibía nada. Los inversores pagados propagaban la voz y nuevos inversores corrían a depositar a la oficina de Ponzi. Lógicamente, como todo estafador organizado, llevaba doble contabilidad.

Para mediados de 1920 Ponzi recibía cerca de doscientos cincuenta mil dólares diarios. Incluso fue accionista mayoritario del Hanover Trust Bank de Boston. La máquina de hacer dinero de Ponzi no tardó en llamar la atención. El periódico The Boston Post publicó algunos artículos dudando de las bondades de sus negocios. Pronto, la policía y los fiscales descubrieron algo extraño: el mismo Ponzi no invertía en su empresa. El 12 de agosto de 1920 se le acusó de ochenta y seis delitos.

Los negocios basados en el esquema piramidal de Ponzi no son necesariamente ilegales, es más, en apariencia revisten la misma legalidad que cualquier actividad comercial, por eso se replica constantemente y solo cuando se analiza la esencia del mismo se puede descubrir el fraude.

En 2008 el mundo financiero se estremeció con el arresto de Bernard Madoff. Este banquero, filántropo, una de las autoridades más renombradas de Wall Street, asesor financiero y jefe de NASDAQ, fue acusado y condenado por defraudar a sus inversores por más de cincuenta mil millones de dólares. Al igual que Ponzi, ofrecía grandes rendimientos a quienes les confiaran sus inversiones. El 29 de junio de 2009 fue sentenciado a ciento cincuenta años de prisión.

El esquema piramidal de Ponzi es muy sencillo. El “promotor”, empresario o emprendedor se dirige al público en busca de inversores deseosos de ganar dinero e incrementar sus capitales.  Ofrece utilidades extraordinarias difíciles de rechazar. Vende una “ilusión” que atrae a los inversores: ganancias abundantes con pocos riesgos, crecimiento rápido dentro del negocio, futura estabilidad y seguridad financiera, etc. Para captar inversores el “promotor” debe hacer uso de cualidades o habilidades extraordinarias, debe inspirar confianza, respeto, admiración, mostrar solvencia económica, debe poseer poder de convencimiento, en fin, debe desarrollar e implementar una serie de actividades y habilidades que no posee el común de las personas. Captado un “fondo” de capital el esquema puede funcionar.

Algunos inversionistas, no todos, comienzan a recibir sus rentas, otros reciben sus capitales y así se genera un ambiente de confianza. Sin embargo, el esquema Ponzi en su versión “original”, matemáticamente no es sustentable por el hecho de que necesita captar “inversionistas” o “aportantes” de manera constante y ahí radica su vicio “original”, el cual puede ser resuelto, pero no por una persona y por esta razón su desplome es cuestión de tiempo. La esencia del esquema es proporcionar beneficios a unas personas llamadas “promotoras” mediante el uso de los capitales de otras personas llamadas “inversionistas”, “aportantes”, etc., sin que los promotores aporten nada o muy poco y por tanto no asumen riesgos. Pero, como hemos dicho, el esquema puede presentar variantes y modalidades y si se logra resolver el problema del flujo constante y permanente de “inversionistas” o “aportantes” el negocio no tiene problemas.

Hay quienes dicen y eso puede discutirse, que la esencia de la arquitectura financiera del sistema de seguridad social dominicano está inspirada en el esquema piramidal de Ponzi, con ciertas diferencias, presentado con un grado superior de elaboración y perfección. En el sistema de seguridad social el Estado lo es todo, es el “promotor”, quien mediante la fuerza de la ley ha convertido a toda la población en “inversionista” o “cotizante” del fondo de capital a ser administrado por los empresarios del sector. Aquí, el problema o vicio original del esquema Ponzi respecto a la falta de “inversionistas” o “aportantes” de ha sido resuelto. Toda la población lo es. Aquí el Estado asume el papel del emprendedor, constituye el negocio y lo entrega a los “empresarios” para su explotación.

Además, el Estado se convierte en el destinatario principal de las “inversiones”. También es el garante de las pérdidas en caso de quiebra.  En este sistema, los inversores o “cotizantes” no pueden retirar sus aportes ni las “ganancias”, deben esperar el final de sus días para ver materializar la “ilusión” que sostiene y legitima el sistema: una pensión. Pensión, claro está, que muy pocos verán. Como vemos, aquí el Estado ha sustituido al emprendedor, al capitalista que invierte y asume riesgos. Aquí todo corre por cuenta del Estado. El trabajo de los “administradores” de los fondos consiste en retirar todos los meses sus ganancias. Nada de qué preocuparse, todo es legal y no hay riesgo de perder porque no se ha invertido nada y en caso de quiebra el Estado responde. Negocio perfecto. El mismo Ponzi nunca hubiera soñado o imaginado que un negocio así pudiera existir. Sin embargo, ¡existe! ¡Y es legal!

*El autor es jurista y experto en la materia.

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