El pasado mes de agosto la Organización de los Estados Americanos (OEA) emitió un contundente documento radiografiando el impresionante deterioro de la situación general de HaitĆ, cuya evolución es hacia un agravamiento sin visos de definir un camino apropiado para su solución. Es decir, lo de HaitĆ es un camino sin retorno.
Sin embargo, la exposición de la OEAāque de entrada refleja un mea culpaāplantea una dramĆ”tica realidad de la cual no deberĆa sustraerse ningĆŗn actor importante de la arena internacional, sobre todo los que desde siempre han acumulado la mayor responsabilidad frente a un progresivo deterioro institucional, polĆtico, económico, social y moral del paĆs que comparte con nosotros un territorio insular del que no podemos desprendernos.
Entre muchos de sus planteamientos quiero resaltar, de manera particular, los siguientes: āLos Ćŗltimos 20 aƱos de presencia de la comunidad internacional en HaitĆ significan uno de los fracasos mĆ”s fuertes y manifiestos que se hayan implementado y ejecutado en ningĆŗn marco de cooperación internacionalā.