Por Nelson Encarnación
Son muchos los indicios, y sobre todo las evidencias concretas, que llevan a considerar que Estados Unidos es una sociedad de marcados contrastes, dicotomĆas y paradojas que no deberĆan ser, tomando en cuenta su gran desarrollo polĆtico e institucional.
El reciente fallo de la Suprema Corte de Justicia que echó por tierra conquistas de derechos de las mujeres logrados hace 50 aƱos, es parte de esas marcadas contradicciones. Pero vayamos un poco mĆ”s atrĆ”s. A fuerza de sangrientas luchas, las minorĆas raciales -especialmente la población afrodescendiente-logró que se les reconocieran ciertos derechos civiles y se dejara de tratarlas como a sus ancestros esclavos que valĆan menos que los animales que cuidaban.
Fueron dĆ©cadas, no solo de represión pura y simple, sino de persecuciones despiadadas, llegando al borde de la cacerĆa, y asesinatos masivos que solĆan quedar sin sanciones judiciales, pues se consideraba que los negros no eran seres humanos.
Una masacre tras otra. Una de las peores ocurrió en 1921 en Tulsa, Oklahoma, donde decenas de negros fueron asesinados y sus viviendas y negocios arrasados por los incendios provocados por los blancos, increĆblemente ayudados por las autoridades, tras lo cual los afrodescendientes que quedaron vivos tuvieron que escapar hacia ninguna parte, pues en todos lados encontrarĆan el mismo salvajismo.
Esa despiadada acción nunca fue juzgada y los responsables quedaron impunes y cometiendo mĆ”s barbaries cada vez peores. Luego de Ć©picos episodios en defensa de las libertades civiles, derechos fueron arrancados, pero todavĆa hoy los negros son una población preterida y a merced de cualquier criminal blanco que se quiera cebar contra ellos, a pesar de las prĆ©dicas venidas de lo alto del poder.
Y aquĆ quiero hacer conexión con el tĆtulo de esta entrega, pues mientras se predica una cosa para hacer creer que Estados Unidos es una democracia perfecta, en la prĆ”ctica se generan situaciones que apuntan en la dirección contraria.
El derecho de una mujer a interrumpir un embarazo no deseado o producto de la agresión sexualāque hasta puede ser de un desconocidoāno se lo debe regatear ningĆŗn poder del Estado sin trasgredir esa prerrogativa individual.
Es justamente lo que han hecho los conservadores que dirigen el Poder Judicial de los Estados Unidos, lo cual remite a ese paĆs a la lista de las naciones atrasadas en ciertos aspectos, una cuestión resuelta desde hace dĆ©cadas por otros paĆses con menor desarrollo democrĆ”ticoāo supuestamente menorā que la nación norteƱa.
Un paĆs con semejante historia de violaciones de derechos no puede reivindicarse como el paradigma democrĆ”tico en que se sustente el mundo que ha pretendido tutelar, y que, en cierto modo, ha logrado.-








