DIARIOPAISRD.CON NOTICIA INTERNACIONAL. Apenas en 2018, más de 21 años después de su breve mandato, fue colocado su retrato en el Salón de los Presidentes del Palacio de Carondelet.
Con 44 votos a favor y 34 en contra, el Parlamento, tras protestas en las calles, depuso al mandatario bajo el alegato de «incapacidad mental», amparándose en el artículo 100 de la Constitución vigente entonces, y puso así fin a un gobierno que estaba plagado de escándalos de corrupción y mala administración.
En su sesión, además de destituir a Bucaram, el Congreso nombró a Fabián Alarcón, su titular, como «presidente interino», una figura que no existía en la Carta Magna y una facultad que no tenía el Legislativo.
Alarcón fue posesionado, Bucaram se negó a dejar el puesto y denunció un golpe de Estado en su contra, pero había una tercera persona en disputa: la vicepresidenta de entonces, la abogada Rosalía Arteaga, que antes de la medianoche firmaba un decreto en el que asumía la Presidencia de la República. Por eso, ese día es recordado como la ‘Noche de los tres presidentes’.
El 7 de febrero, el país amaneció con estas tres personas reclamando la primera magistratura. Esto se generó por dos causas: se alegaba un vacío constitucional y se ponía en duda el actuar del Parlame
Originalmente, la Constitución de 1978 (vigente desde 1979) que regía en el país, establecía que en caso de «falta temporal o definitiva» del mandatario, el primero en sucederle sería el vicepresidente. No obstante, había un error de transcripción del que adolecía la última versión (de 1996): en el artículo sobre la sucesión presidencial se había omitido la palabra «definitiva» y se aludía tan solo a la falta «temporal» del mandatario. Con ello, los congresistas descartaban a Arteaga y justificaban la designación de un presidente interino.
Lo «raro», dice Arteaga en una entrevista concedida en 2019 a Zaracay Televisión, es que el tema o articulado de la sucesión presidencial en la Constitución no había sido «tocado» o modificado por el Congreso, ni en la consulta popular del gobierno de Sixto Durán-Ballén en 1995. «Eso es un error, que debería ir preso quien lo hizo», comentó.
Entonces, los tres presidentes tenían motivos para alegar su permanencia en el cargo: Bucaram se amparaba en la ilegalidad de la aplicación del artículo 100 para destituirlo, Arteaga invocaba el derecho constitucional a la sucesión y Alarcón aducía al nombramiento por parte del Congreso, en supuesta representación del mandato popular.
En el conflicto, al principio, las Fuerzas Armadas no se definieron. En un primer comunicado reconocieron «la destitución de Bucaram», pero no tomaron partido; en otro texto se negaban a arribar «a una decisión que los convirtiera en jueces de la situación política» y llamaron a que las tres partes se reunieran «con valor cívico para superar la crisis».
Breve mandato
Fueron días convulsos. Las Fuerzas Armadas posteriormente retiraron el apoyo a Bucaram y Alarcón accedió a que el Congreso declarara nula su designación como presidente interino del país. El exmandatario destituido abandonó Ecuador y se fue con rumbo a Panamá, quedando fuera del juego po
Finalmente, Arteaga fungió como presidenta encargada, gracias al voto favorable de 45 de los 82 diputados del Congreso, pero hubo condiciones y no duró mucho en el puesto. La política estaría en la primera magistratura hasta que el Parlamento nombrara a un nuevo mandatario temporal, que sería el encargado de llamar a elecciones generales para mediados de 1998.
«Con coraje inicio lo que considero el reto más importante de mi vida, no solo porque asumo la primera magistratura del país, sino porque Ecuador atraviesa una crisis de valores que nos puso al borde del caos […] Sé que la tarea impuesta está llena de graves desafíos y dificultades. Lograremos superar los problemas y transitar por el camino de la esperanza», expresó Arteaga en el discurso que ofreció en el palacio de gobierno, el 9 de febrero de ese año, acompañada de la cúpula militar.
La mandataria encargada propuso que el Parlamento realizara una reforma constitucional para establecer la sucesión, pero el Legislativo se autoconvocó el 11 de febrero para designar nuevamente a Alarcón como presidente interino, consiguiendo el aval de las Fuerzas Armadas y demás instituciones del Estado. Arteaga, por su parte, volvió a ser relegada a la vicepresidencia.
Alarcón se mantuvo en el poder hasta el 10 de agosto de 1998 y Arteaga se mantuvo como la segunda al mando hasta el 30 marzo de ese año, cuando renunció para presentar su candidatura a las elecciones presidenciales.
En los comicios de 1998, la mujer quedo en el quinto puesto, al conseguir apenas el 5,07 % de los sufragios (195.000 votos). Luego de esa experiencia anunció que se retiraba de la política activa.
«Por ser mujer»
En abril de 2004, más de siete años después de los acontecimientos de febrero de 1997, Arteaga fue reconocida oficialmente como la primera mujer presidenta del país andino, por decreto del gobierno de Lucio Gut
Asimismo, en agosto de 2019 también fue incluido su retrato en la Sala de Presidentes del Museo Municipal de Guayaquil, en la provincia de Guayas.
«Gracias por el reconocimiento que hace justicia a la historia de las mujeres ecuatorianas», expresó entonces Arteaga.