
Tiene al mundo pendiente de cada palabra suya, y eso le encanta.
DIARIOPAISRD.COM***INFORMACION INTERNACIONAL EN EE.UU (CNN) El presidente Donald Trump acogió a la audiencia en el Despacho Oval este lunes por la noche, aumentando el suspenso sobre su prometida guerra arancelaria del “Día de la Liberación” para el 2 de abril y haciendo alusión a su cosmovisión del siglo XIX que amenaza con sacudir la economía del siglo XXI.
Fue un espectáculo extraordinario: un presidente todopoderoso, rodeado de sus ostentosas baratijas, banderas y adornos dorados, aparentemente improvisando en tiempo real sobre un plan aún misterioso que podría acarrear consecuencias económicas incalculables para miles de millones de personas en todo el mundo.
En un momento, Trump lanzaba amenazas a socios comerciales a los que acusa de estafar a Estados Unidos. Al siguiente, apagaba el fuego con promesas de ser “amable”, en la última de una serie de señales contradictorias que han descontrolado los mercados globales.
“Esto va a ser increíble –le llamo de muchas maneras–, pero en cierto sentido es el renacimiento de un país”, declaró Trump sobre una política que los economistas temen que aumente los precios, que ya son altos, y que pueda llevar a Estados Unidos a una recesión.
Por si el momento no fuera suficientemente surrealista, Trump estaba flanqueado por Kid Rock, quien lucía resplandeciente con un traje con la bandera estadounidense y a quien el presidente amablemente señaló que a veces se le llama Bob. El rapero estaba allí para destacar un nuevo decreto que reprime a los revendedores que explotan a los fans inflando los precios de las entradas de conciertos. Pero su anfitrión tenía una vieja obsesión en mente.
La creencia en el poder casi mítico de la guerra arancelaria ha sido una constante poco común en la carrera empresarial y política de Trump desde la década de 1980, cuando la gran amenaza que percibía para la prosperidad estadounidense era Japón, en lugar de sus principales rivales actuales, China y la Unión Europea.
Ahora, si así lo decide, finalmente puede implementar su visión de políticas arancelarias diseñadas para impulsar la manufactura estadounidense y debilitar a otras naciones, incluyendo muchas que han sido aliadas durante décadas, pero que ahora están reconsiderando la totalidad de sus relaciones con un Estados Unidos repentinamente hostil.
“Ayudamos a todos, y ellos no nos ayudan”, se quejó Trump a los periodistas, expresando su filosofía espartana de ganar o perder que explica toda su vida y que ahora ha convertido en la actitud distintiva de Estados Unidos.

Trump planea un gran espectáculo para este miércoles
Trump ya les ha pedido a sus asesores que preparen un espectáculo para este miércoles, cuando entrará en el jardín de las rosas de la Casa Blanca rodeado de miembros del gabinete para anunciar el alcance de los aranceles que planea imponer a las importaciones.
Pero después de semanas de fanfarroneo sobre aranceles, seguidas de titubeos de último minuto, para luego retomar las amenazas y aplicar sanciones a las importaciones destinadas a perjudicar a aliados de Estados Unidos, como Canadá y México, nadie sabe qué dirá. A juzgar por su conversación improvisada con los reporteros, quizá ni siquiera el propio Trump lo sepa.
¿Impondrá aranceles uniformes a las naciones que aplican el proteccionismo contra las exportaciones estadounidenses? ¿O simplemente se centrará el presidente en todos los bienes que ingresan al país? ¿O adoptará Trump un enfoque país por país diseñado para forjar nuevos acuerdos bilaterales?
La lógica detrás de la imposición de aranceles rígidos –un arma política que dominó la política exterior y económica de los primeros Estados Unidos– es proteger las industrias nacionales reduciendo la competitividad de los productos extranjeros.
En algunos casos, el uso inteligente y estratégico de aranceles más altos puede ser una buena política, si fomenta industrias cruciales para la seguridad nacional, como la siderúrgica. Y el presidente está empeñado en ayudar a millones de sus votantes en antiguos centros industriales que se han visto empobrecidos por la pérdida de empleos a manos de países extranjeros con bajos salarios.
Pero Trump también parece favorecer el uso directo e indiscriminado de la guerra arancelaria. Esto supone enormes riesgos para la economía, ya que podría elevar los precios de los bienes de forma generalizada, frenar la demanda de los consumidores y provocar una recesión desastrosa.
Y esto tendrá sus costos. Los países cuyas exportaciones se ven afectadas al entrar en EE.UU. responderán de la misma manera.
Por eso, el razonamiento ambiguo de Trump este lunes por la noche parecía una especie de juego de ruleta rusa con las economías estadounidense y mundial.
“Lo verán en dos días”, declaró a los periodistas que solicitaron detalles sobre sus planes.
