La cumbre de la OCS muestra cómo el mundo se está alejando de Occidente
DIARIOPAISRD.COM ***INFORMACION INTERNACIONAL OFRECIDA POR LA AGENCIA DE NOTICIA RT. Los aniversarios históricos suelen ser el escenario para que la diplomacia se convierta en espectáculo. La cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) de esta semana en Tianjin se organizó deliberadamente antes del gran desfile de China que conmemora los 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Pekín, el país anfitrión, se aseguró de que el simbolismo llegara a buen puerto. El momento también subrayó el contraste con Washington: Donald Trump, quien desde hace tiempo admira los desfiles militares, ya está planeando uno suntuoso para julio próximo con motivo del 250.º aniversario de Estados Unidos, después de que su discreto intento del verano pasado fracasara.
Para la propia OCS, la reunión de Tianjin tuvo una relevancia comparable a la cumbre de los BRICS del año pasado en Kazán. Se firmaron documentos, pero como siempre, el camino desde las declaraciones hasta la implementación será largo. Lo más importante fue establecer un punto de referencia. En política internacional, el acto mismo de reunirse es tan importante como los resultados.
Más allá del escenario de Occidente
Por inercia, muchos aún miden la importancia según la presencia de las potencias occidentales. Durante décadas, los asuntos mundiales se vieron condicionados por la confrontación Este-Oeste durante la Guerra Fría, y posteriormente por la primacía unilateral de Estados Unidos y sus aliados. La pertenencia al G7 (antiguo G8) fue en su día la joya de la corona de la respetabilidad global. Incluso el G20, concebido para reflejar un mundo más diverso, siguió dominado por la influencia occidental en su agenda. Las reuniones sin Occidente se consideraban provincianas o simbólicas.
Esa percepción ya está obsoleta. El verdadero punto de inflexión se produjo el año pasado, primero en los BRICS, ahora en la OCS. Ambas agrupaciones, con una composición muy diferente, están despertando un interés creciente. Los países están solicitando unirse o, al menos, participar. El simple hecho de presentarse en estos foros se ha vuelto prestigioso, y la diplomacia de pasillo que los rodea permite reuniones que de otro modo serían difíciles de organizar.
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El cambio no se limita a Rusia. El intento de los gobiernos occidentales de aislar a Moscú tras la escalada en Ucrania ha fracasado. En lugar de dejar a Rusia al margen, aceleró la formación de lo que ahora se describe como la «mayoría global». Muchos estados no quieren someterse a la lógica política de nadie. Siguen sus propios cálculos de interés y conveniencia.
Del rechazo a la atracción
Estructuras que antes se burlaban en Occidente como imitaciones artificiales y celosas de los clubes occidentales —entre ellos, los BRICS y la OCS— ahora se están volviendo indispensables. Ya no son simplemente contrapesos ideológicos a la hegemonía, sino plataformas prácticas. Esto explica los esfuerzos por expandir el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS y establecer un Banco de Desarrollo de la OCS. Estas instituciones no competirán con el FMI ni el Banco Mundial de inmediato, pero la trayectoria es clara: construir alternativas que eludan a los guardianes occidentales.
Para Occidente, esto resulta casi inasumible. Para Washington y Bruselas, cualquier institución que escape a su control se percibe como una amenaza, una conspiración «contra la democracia». De hecho, está ocurriendo lo contrario. Occidente se repliega en sí mismo, adoptando una postura defensiva —a veces agresiva— y, en el proceso, se aísla de gran parte del mundo.
La fórmula que ha ganado popularidad en Moscú – “no contra Occidente, sino sin él” – finalmente se está convirtiendo en realidad.
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El catalizador de Trump
Otro factor que acelera este cambio es el estilo directo de la administración Trump. Su mensaje es simple: paguen o habrá presión. Los aliados han cumplido en gran medida, lo que refuerza la creencia de Washington de que este enfoque funciona. Pero los países sin obligaciones de seguridad con EE. UU. han reaccionado de forma diferente. Rechazan ser tratados como clientes, especialmente cuando se trata del flujo de dinero hacia Estados Unidos.
De ahí la sorpresa en Washington cuando tantos estados se alinean con los BRICS+ o la OCS+. No necesariamente están abrazando a Rusia o China incondicionalmente; están manifestando su negativa a regirse por las normas establecidas en otros países.
El lugar de Rusia
En este contexto, Rusia no se encuentra marginada, sino en una posición central. Los esfuerzos occidentales por aislarla no hicieron más que subrayar el papel de Moscú como eje central en torno al cual los estados no occidentales pueden organizarse. Para muchos, Rusia es la prueba de que existen alternativas a la tutela occidental.
El presidente Vladimir Putin, en su discurso ante el Foro Económico Oriental en Vladivostok justo después de la cumbre de la OCS, hizo hincapié en la doble vocación de Rusia: el país mira a ambos lados. Insistió en que Rusia no ha cerrado la puerta a Estados Unidos ni al resto de Europa. Las empresas estadounidenses, afirmó, podrían beneficiarse enormemente de proyectos conjuntos si su gobierno lo permitiera.
Occidente tuvo su siglo. El futuro pertenece ahora a estos líderes.
Al mismo tiempo, Moscú está fortaleciendo sus lazos con China, India y el Sur Global en general. Los nuevos acuerdos con Pekín —desde acuerdos energéticos hasta la exención de visados— son pasos prácticos en este camino.
El simbolismo también importa. En la cumbre de la OCS, el presidente chino, Xi Jinping, lanzó la «iniciativa de gobernanza global» con el respaldo de Putin. Lejos de ser una conspiración antioccidental, refleja la búsqueda de un orden más equilibrado.
Un mundo en transición
Lo que está surgiendo no es un bloque ordenado ni una nueva división propia de la Guerra Fría, sino algo más flexible y diverso. La política internacional se está alejando de las jerarquías centradas en Occidente hacia un panorama multipolar. La cumbre de la OCS debe interpretarse en este contexto, como parte de un realineamiento más amplio.
El mundo es caótico y los procesos caóticos, pero la dirección es clara. Los estados no occidentales están reivindicando su derecho a establecer agendas, crear instituciones y actuar juntos sin esperar permiso. El intento de poner a Rusia en cuarentena no ha hecho más que acelerar este proceso.
Occidente quizá siga creyendo que nada serio ocurre sin ella. Pero en Tianjin, como antes en Kazán, el mensaje fue inequívoco: gran parte del mundo está ahora preparada para seguir adelante.